Giannina Reyes Giardiello

Mexico City, Mexico
Spanish Literature PhD Student

Érase que se era…

(Nota: Este es el texto introductorio del proyecto original “Traduciones del Frío”.)

Se te va a congelar hasta la risa, fueron las alentadoras palabras de uno de mis profesores cuando se enteró que había decidido estudiar en la Universidad de Wisconsin- Madison. No quise creerle hasta que sucedió. En mi primer invierno aquí no sólo se me congeló la risa, sino también el cabello, los pulmones y finalmente las lágrimas. Y no exagero. Gracias a esto fue que en aquellos primeros siete meses, -sí, aquí el invierno comienza a finales de octubre y termina hasta principios de mayo- encontré una realidad para la cual no tenía ningún tipo de referencia. La definición de frío cambiaba cada día, incluso cada hora. Me descubría en las calles pensando que lo que sentía era, ahora sí, el verdadero frío; pero al día siguiente, cuando el termómetro bajaba un poco más, volvía a decirme lo mismo. Arrebatando sustantivos dejé el clima de muchos días sin nombre. Comencé a utilizar términos en inglés para los cuales aún no encuentro un equivalente aceptable. Un buen ejemplo es carámbano que parece más un término de billar y no un pedazo de hielo que cuelga de las puertas y las ventanas. Otro, mi favorito, es wind chill factor. La traducción, temperatura aparente o temperatura de sensación, no define ni de lejos algo que podría explicarse como: estúpido viento matador que congela hasta el blanco de los ojos. Sin las palabras necesarias, cómo nombrar aquello que duele en lugares que no había sentido antes. A mí el frío me deja sin habla, literal y metafóricamente.

No soy la única con este problema. La experiencia de vivir el invierno en esta ciudad puede ser interesante, abrumadora, diferente, hermosa, pero sobre todo muy personal. Por eso hemos decidido presentar este proyecto. Varios estudiantes graduados de esta universidad, hemos intentado traducir nuestra experiencia del frío. Éstas vienen en diversos tamaños y formas, porque quisimos presentar la mayor cantidad de puntos de vista que nos fuera posible. Sin embargo, es difícil explicar con palabras algo que sólo puede experimentarse in situ. Por eso, si a pesar de leer los textos no logran comprender nuestras traducciones, voy a darles el mismo consejo que le doy a mis amigos de México cuando me piden que les describa mi inviernos aquí en Madison. Vayan a la cocina, abran el congelador y metan la cabeza. El frío que sientan ahí, comparativamente, es para nosotros un agradable y cálido día de enero.

Once upon a time…

(Note: This was the introductory text to the original project “Translations of the Cold”)

“Even your laughter will freeze”, were the encouraging words of one of my professors when he found out that I had decided to study at the University of Wisconsin- Madison. I did not believe him until it happened. In my first winter here not only my laughter froze, but also my hair, my lungs and finally my tears. And I”m not exaggerating. Owing to this I found myself facing a reality for which I did not have any sort of reference. The definition of cold changed every day, even every hour. When I was walking on the streets I used to find myself thinking that what I was feeling at that moment was, yes, at last, the true cold; but on the following day, when the thermometer dropped a little more, I had to eat my words and say the same thing again. Snatching at nouns I left the climate of many days nameless. I began to use terms in English for some words of which I couldn’t find an acceptable equivalent in Spanish. A good example is icicle. The Spanish word, “carámbano”, sounds more like a billiards term and not a piece of ice that hangs off doors and windows. Another one, my favorite, is wind chill factor. The translation, “temperatura aparente” or “temperatura de sensación”, cannot contain, not even for a moment, the true explanation of the term: stupid and frightening killing wind that freezes even the whites of the eyes.

Without the necessary words, how could I name what hurt in places I had never even felt before? The cold I have felt in Madison leaves me mute (metaphorically and literally speaking). What I found out is that I am not the only one with this problem. The experience of living the winter in this city can be interesting, overwhelming, different, beautiful, but above all very personal. For that reason we have decided to present this project. A group of graduate students at this University, from different parts of the world, have tried to put their experience of living in this cold weather into words. These texts come in diverse sizes and forms, because we wanted to display as many points of view as possible. Nevertheless, it is difficult to explain something that only can be experienced in situ with words. For that reason if, in spite of reading these texts, you can still not understand what these translations are trying to communicate, I am going to give you the same advice I give to all my Mexican friends when they ask me to describe my winters here in Madison: go to the kitchen, open the freezer and put your head in it. The cold that you feel there, in comparison, is for us a pleasant and warm January day.