Cristina Rivera Garza

Tamaulipas, Mexico
Writer

El que traduce gana

Todo lo que es, es traducido. Lejos de la pureza del así llamado original, distanciada de la hermenéutica que busca un significado, de preferencia el único, detrás de los discursos o los objetos, la traducción es un recordatorio constante de nuestra condición alterada, es decir, de nuestra implicación incesante con el otro y la otra y los otros de esos otros. El que traduce lee de la manera más atenta. El que traduce vive de la manera más atenta. Traducir, dice Marcelo Pellegrini, es respirar. Es aproximarse, traducir. Volverse próximo y, por lo tanto, prójimo. Un cuerpo. Una presencia. Una palpitación. Cuando me traduces, gano yo. El que traduce inventa y roba y traiciona, eso es cierto. El que traduce añade. Traductores y traducidos nos deslizamos por los bordes de la diferenciación, liberados del yugo de ser Nosotros Mismos, y atendemos también, a veces con algarabía, la convocatoria de lo símil. Te digo: soy tu espejo. Añado: empañado. Traducida por la lectura del poder, soy una biografía compuesta de fechas límite y lugares inmóviles. Cuando me traduzco para ti, soy estas palabras que me vuelven, acaso, inteligible. Tú. El que traduce atraviesa el puente y, justo en el centro, se avienta a las aguas que no cesan de pasar. El traducido emerge del agua, respiro atroz, para volver a sumergirse. Más que una actividad, un estado del ser: traducir y ser traducido. Las dos cosas a la vez.

Fragmento del texto publicado en “La mano oblicua”, Milenio, Sección de Cultura, que a su vez fue publicado en el blog La Inquietante (e Internacional) Semana de las Mujeres Traducidas

Translated by John Burns, February 2008:

Whosoever Translates Wins

All that is has been translated. Far from the purity of the so-called original, distanced from the hermeneutics that seeks a (preferably unique) meaning, behind discourses and objects, translation is a constant reminder of our altered condition. That is to say, of our incessant implication with the other, with others, and with the others of those others. Whosoever translates reads in the most attentive way. To translate, says Marcelo Pellegrini, is to breathe. To translate is to draw near. To become close as family. A body. A presence. A beat. When you translate me, I win. To be certain, whosoever translates invents and steals and betrays. Whosoever translates adds. Translators and translated we slide along the edges of differentiation, the summoning of the similar. I tell you: I’m your mirror. I add: fogged up. Translated by the reading of power, I am a biography composed of deadlines and unmovable places. When I translate myself for you, I am these words that may make me intelligible. You. Whosoever translates crosses a bridge and, right in the middle, leaps into the waters that continuously pass by. The translated one emerges from the waters, breathing terribly, only to be submerged again. More than an activity, a state of being: to translate and be translated. Both things at once.

Fragment of the text published in “La mano oblicua”, Milenio, Sección de Cultura, which was published in the blog La inquietante (e internacional) semana de las mujeres traducidas